Comentario
Desde el siglo XII hasta finales del IX, el mundo del Elam desaparece de la información mesopotámica. Coincide con el momento en el que se instalan los persas, por lo que la falta de documentos es doblemente lamentable. En 821, durante el reinado de Shamshiadad V, tenemos noticias de una guerra civil entre los persas, sometidos a los elamitas. Pero la situación general es caótica y la expansión de Urartu distrae nuevamente la atención mesopotámica, por lo que el silencio se apodera por otros cincuenta años de Elam. Desde mediados del siglo VIII, la Crónica Babilonia proporciona algún dato que, unido a la epigrafía elamita y la correspondencia estatal, permite trazar una línea bastante segura de la sucesión dinástica. Hacia mediados del siglo VIII sube al trono Humpan-Nikash, que se enfrenta a Sargón II por su intervención a favor de Merodach Baladán en Babilonia. La victoria elamita en Der no es decisoria, pues la confrontación entre asirios y babilonios es observada con atención por el sucesor Shutruk-Nahhunte II (717-699) que, no obstante, va afianzando su poder en los territorios del interior. Un golpe de estado promovido quizá por su hermano Hallushu-In-Shushinak con el apoyo asirio. Cuando se sintió suficientemente fuerte decidió atacar Babilonia, donde se encontraba como gobernador el hijo de Senaquerib, que fue ejecutado. El monarca asirio decidió intervenir y acabó con el rey elamita. Las intrigas y las revueltas sociales se suceden en Elam, que se convierte en un estado ingobernable, a pesar de sus continuas intervenciones militares con Babilonia. A mediados del siglo VII, Assurbanipal ataca Elam y saquea Susa, donde instala como reyes dependientes a miembros de la familia real con un poder muy fragmentado, al frente de las ciudades vencidas. Entre ellos, el príncipe de Babilonia encabeza una rebelión en la que participan monarcas desde Media hasta Judá. Elam se incorporó a la sublevación, pero con fuertes disensiones internas que desembocan en una guerra civil, situación que encuentra Assurbanipal cuando ataca en 648. Algo más tarde, en una nueva expedición, el monarca asirio recibe tributo de Ciro, un príncipe persa dependiente de Elam; es la primera noticia que tenemos de la dinastía Aqueménida. En la campaña de 646, Susa conoció el mayor saqueo de su historia y una parte de su población fue deportada. El último monarca neoelamita, Humpan-Hal-Tash III, fue entregado al enemigo.
Elam quedó fragmentado entre pequeños reyezuelos, hasta que en época neobabilónica Nabopolasar permitió la reunificación para garantizar su seguridad por el sudeste. Nabucodonosor dirigió una campaña contra Susa en 596, pero el escenario elamita no fue de interés prioritario para él, por lo cual hubo otro breve período de independencia política, interrumpido por su incorporación al Imperio Persa como satrapía.
El interés de las grandes potencias por Elam demuestra que era considerado como un importante estado, aunque lo poco que sabemos de él corresponde al contacto militar con Mesopotamia. A través de él intuimos que los reyes elamitas favorecieron por lo general a los babilonios frente a los asirios, pero ignoramos sus relaciones con el interior de Irán. Seguramente fueron estrechas si observamos cómo el elamita se convierte en una de las lenguas oficiales de la administración aqueménida; quizá los primeros burócratas de la corte persa fueron los escribas elamitas. Pero además, tras la desaparición del estado neoelamita en 646, muchos de oligarcas buscaron cobijo en el nuevo estado que se estaba fraguando: el Imperio Persa.